miércoles, 8 de agosto de 2018

Sexualidad y discapacidad mental



La normalización, aunque no todo lo rápida y extensa que quisiéramos, de los temas sexuales ha ayudado enormemente a los colectivos de personas con discapacidades. Los discapacitados físicos se ven por una parte beneficiados de los avances médicos que mejoran su calidad de vida y de otra parte de la normalización o integración en la sociedad en general, como acudir a colegios, universidades, lugares de ocio o viajar. La integración es el primer paso a una socialización tan importante en el ámbito sexual.
Algunos me dirán que esto todavía no es así, pero creo que se están realizando al menos los esfuerzos para que así sea. Estos movimientos los promueven tanto personas, sin discapacidad como los propios afectados.
Sin embrago existe un grupo de discapacitados, los mentales, que siguen en franca desventaja frente a la sociedad en general y los otros discapacitados en particular en lo que se refiere al aspecto sexual.
Habría que distinguir tres grados de personas con discapacidad mental: los que tienen una afectación severa y profunda cuyas expresiones de afecto y sexualidad son muy básicas podría ser masturbación o  besos o abrazos a otros sin distinción de sexo, no hay planteamiento de vida en pareja. Un segundo grupo lo formarían las personas con discapacidad moderada, se pueden expresar sexualmente con formas más complejas que la masturbación y buscan relaciones de pareja, amistad. Tienen un gran problema entre lo que desean y la posibilidad de realizarlo. Por último los que presentan una discapacidad mental ligera están alcanzando esa normalización a la que debemos dirigirnos gracias a diversos programas sociales y educativos que orientan y ayudan en su proyecto vital.
Los aspectos básicos a trabajar en este tipo de personas son los de cualquier otra proceso educativo sobre sexualidad: el reproductivo, el del placer y el aspecto afectivo y de relación. No hay normas inflexibles y generales aplicables a todas estas personas a la hora de plantear su educación sexual, hay que adecuarse a su grado de discapacidad y su contexto social.
Teniendo en cuenta que la mayoría de las personas con problemas mentales tienen integridad reproductiva, éste aspecto preocupa mucho a los padres y educadores, ya que la posibilidad de un embarazo es real, también la de transmisión de ETS. Hay que educar sobre paternidad responsable, métodos anticonceptivos, anatomía, etc.. A la hora de plantear el deseo de ser padre o madre de un discapacitado mental hay que valorar su competencia necesaria para ello. Los hijos tienen derecho a tener padres competentes que les garanticen seguridad y protección. Existe también el derecho de los padres con hijos discapacitados mentales a no asumir las cargas derivadas de sus nietos por la incapacidad de sus padres. Está previsto por la ley la incapacitación legal y la posibilidad de realizar intervenciones para lograr la esterilización. Esta situación no debe analizarse negativamente como la represión de un derecho, el reproductivo, sino como la posibilidad de mejorar los otros factores sexuales el del placer y el de la relación social.
Si el placer sexual es necesario y síntoma  de bienestar para las personas sin discapacidad, lo es también para la persona discapacitada. Hay que respetar la exploración del cuerpo en búsqueda de ese placer, si descubre la masturbación hay que orientar su realización al ámbito privado y evitar la compulsión. Todo ello se lleva a cabo no con la prohibición o represión sino con educación sexual adecuada a su nivel cognitivo. No hay que caer en la falacia de que no informar es igual a evitar el impulso sexual. Creo que está más que demostrado que la información seria y rigurosa sobre sexualidad no fomenta su práctica descontrolada sino todo lo contrario.
Por último en el aspecto social hay que explicar cómo pueden ser las respuestas emocionales, el control de las mismas, los roles en cuanto a ser una pareja, un padre, una madre, un compañero de trabajo. Se les debe permitir que tengan frustraciones y fracasos y ayudarles a superarlos para conseguir una mayor autonomía. La posibilidad de entablar relaciones con personas del mismo o distinto sexo en entornos de intimidad son también necesarios. Se debe prestar atención a que sepan interpretar las señales de peligro ante posibles abusos.

En definitiva un discapacitado mental no es un niño eternamente, no es buena la hiperprotección y menos el ocultismo, hay que adaptarse a sus niveles cognitivos para realizar las mismas labores de educación sexual y oportunidades sexuales que una persona sin discapacidad. Otra asunto es que ni siquiera tengamos esa adecuada educación sexual en nuestra sociedad.

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