miércoles, 20 de septiembre de 2017

Obdulio Varela cumpliría hoy 100 años

El de hoy no es un día más para los uruguayos, porque es el del centenario del "Negro Jefe", mítica figura del Maracanazo y sobre todo ejemplo de humildad
Obdulio desde el alma” fue el primer libro que publiqué en mi vida. Ya no era joven y supongo ahora que la experiencia me ayudó a que todo transcurriera con la dignidad y responsabilidad a la que aspiraba, como siempre lo he hecho en mi vida profesional.
Jacinto -como al Negro Jefe le gustaba que le llamaran apenas establecía empatía con el interlocutor- era desconfiado. Pero esa desconfianza la ejercía como un valor moral, a la antigua, fijando una distancia necesaria para el conocimiento, no como una agresión al otro. Formaba parte de su ética personal. 
-¿Qué es lo que va a hacer usted?- me preguntó sin ambages en la entrevista inicial.
-Quiero hablar con usted, y también con su esposa, si me permite, para hacerme una idea de primera mano de su personalidad y trayectoria. Después lo voy a retratar como yo logre verlo. Mire que esto no es un homenaje. A usted le gusta la franqueza: bueno, yo no vine a alcahuetearlo por más que lo admire. Va a tener negros y blancos, muchos grises, como en toda la gente. Eso sí: cuente con mi honestidad intelectual y además, usted, si lo desea, le pone punto final a esto cuando quiera.
Me miró fijamente: -Ah, bueno... Ahora sí... Si es así, dele nomás. Lo que menos quiero es que me anden lamiendo los calzoncillos...
A partir de ahí se construyó el libro y mi visión de Jacinto. Y hay un dato relevante: mientras con la esposa, la inolvidable húngara Catalina Keppel, hablé días y días hasta por los codos, y de ella partieron casi todas las revelaciones más jugosas, al sujeto del esfuerzo literario tuve la necesidad de interpretarlo: es decir, interpretar sus evasivas, sus silencios repentinos, sus gestos, sus miradas y la seca cortedad de sus respuestas. También aceptar que, de pronto, se levantara y se fuera y Catalina fuera la encargada de amansar las fieras: -Y, sabe cómo es... Tiene sus momentos...

La pelota bajo el brazo

El juez y los "japoneses""Yo había visto al juez de línea levantando la bandera tras el gol de Brasil, pero la bajó enseguida, no fuera que lo mataran. Entonces le protesté al juez. Me di cuenta que si no enfriábamos el juego, esa máquina de jugar al fútbol nos iba a demoler”. Después le dijo a sus compañeros: “ahora vamos a ganarle a estos japoneses”.
En esta celebración -así lo siento- del centenario de su nacimiento sólo quiero recordar algunas anécdotas que, me parece, dan cuenta fiel de una personalidad impar, que fue leyenda en vida y es el mito deportivo más grande de la historia uruguaya.Cuando entró buena plata a la casa, que fueron pocas veces, sentía la compulsión de entregarle una suma a Catalina y “guardar” por si acaso un resto para él. Guardar, en los códigos de Jacinto, suponía esconder. Cierta vez, cuando la mujer le había descubierto la mayoría de los escondites posibles, y apurado por las circunstancias, no tuvo mejor idea que meter un rollo de billetes dentro del horno de la cocina. Y pasó lo peor: se olvidó, Catalina puso a hacer una pizza y a los pocos minutos los conmovió un olor raro. Ambos corrieron al unísono, por distintas razones: ella desconcertada, él desesperado. Conclusión, el rollo de billetes se hizo a fuego lento antes que la pizza.

Escondió dinero en el horno y cuando su esposa puso a hacer una pizza, el rollo de billetes se hizo a fuego lento.

Una tarde le pregunté por qué, luego del pitazo final en Maracaná, al único compañero al que abrazó y alzó en hombros, según muestran todas las fotos de la época, fue Ghiggia, que no era precisamente con quien mejor se relacionaba.
-Sencillo -me contestó. -El que jugó mejor fue Julio Pérez, pero si no hubiese estado el narigón no ganábamos.

"Los de afuera son de palo"

Una frase para la historia“No piensen en toda esa gente, ni en el ruido, no miren para arriba a las tribunas. El partido se juega abajo y ¡los de afuera son de palo!”, le dijo Obdulio a sus compañeros en el túnel antes de salir a la cancha del estadio de Maracaná aquel 16 de julio de 1950.
 Y es verdad absoluta, admitida por él, aún abrumado por aquella historia, que cuando tomó conciencia de la espantosa angustia que había ganado a millones de brasileños luego de la derrota, se sintió en parte responsable. Dejó el hotel donde estaban sus compañeros y salió a caminar por las calles de Río, desiertas y tristes. Hasta que entró a un bar y pidió una caña. Los escasos parroquianos lo identificaron de inmediato, profundamente sorprendidos: ¡Obidulio, Obidulio! Sintió que estaba haciendo una suerte de compensación. Entendió, sin saberlo realmente, que había conjugado como pocos el verbo compasión dándole su verdadero significado: padecer con los otros. Por eso -y no sólo por eso- hasta hoy Jacinto es el adversario más respetado por los brasileños, que le han dado la estatura de un gran deportista y de un gran hombre.

El líder

"Vamos a ganar este partido"Cuenta la historia que uno de los dirigentes uruguayos entró al vestuario para “alentar” a los jugadores y les dijo que “perdiendo por menos de cuatro goles se salvaba el honor”. Obdulio le contestó: “¿Perder? ¡No, nosotros vamos a ganar este partido! Muchachos, si respetamos a los brasileños, nos caminan por arriba!“.
Y me gustaría dejar para el final de este brevísimo anecdotario, una charla en la cocina de su casa que terminó de manera impensada para mí.-Pare, pare... -detuvo mi intención de reanudar su historia futbolística. -¿A usted le gusta el tango...?Dudé sólo por lo inesperado de su pregunta y dije: -Por supuesto. Es mi música preferida.-A ver... Escuche esto... -y puso en un viejo aparato un redondo y rayado disco negro. Identifiqué enseguida a la orquesta de Aníbal Troilo con el cantor Carlos Olmedo.-Es el tango que más me apasiona... “Recordándote”, por Pichuco y Olmedito. Lo oigo varias veces al día...-Si -dije. -Pero también lo grabó Gardel...-¡Pero a mí me gusta más por Olmedo, que además, era uruguayo!-Bueno... -quise debatir- Hay quienes dicen que Gardel también... -¡No me joda con eso! ¡Yo de toda esa historia no sé nada, ni quiero saber! A mí déjeme con los que yo quiero...Esa tarde ahí se terminó la conversación con aquel hombre inmenso, nacido de la más cruda pobreza, que renegó del apellido paterno, que cometió muchos errores en su juventud, pero que también se reivindicó reconstruyéndose hasta ser el ícono de la más grande hazaña deportiva que se recuerda en los tiempos modernos, asumir liderazgos, defender a los gratuitamente ofendidos y, muy especialmente, brindar a la niñez uruguaya un cariño sincero y un camino de valores tal vez simples y que, sin embargo, parecen cada día más alejados de nuestro corazón.

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