Al dios del gol, en un santiamén, lo arrancaron del templo. Buscaron excusas, argumentos fantasiosos y lo echaron. Lo condenaron recurriendo al argumento maléfico de que no hacía goles de visitante por la Champions League y así se quisieron cubrir la espalda por la flaqueza demostrada a la hora de proteger al equipo con los fichajes prometidos y que nunca llegaron para ganar la Champions. Luis Suárez, entonces, vivió un 2020 entre dioses y diablos.
Del Olimpo al reino del olvido. Del cielo al infierno. Del amor al repudio. De la emoción y veneración por alcanzar un lugar de privilegio en la historia del Barcelona, nada menos que desplazando a Ladislao Kubala, a los punzantes juicios como si hubiese sido el jugador que provocó la estrepitosa derrota 8-2 ante el Bayern Múnich.
Tras seis años de enorme éxito en el club blaugrana, donde acumuló 14 títulos (entre ellos una Champions League), le colgaron un cartel de “culpable”. Se olvidaron de la huella imborrable que dejó: 198 goles y 97 asistencias en 283 partidos. Tercer máximo goleador histórico del club.
Nadie podía imaginar un desenlace de esa magnitud. Lo sacaron casi por la puerta del fondo, por más discurso tonto que al final terminara haciendo Josep Maria Bartomeu (presidente por ese entonces) en el que prometió un partido de despedida para cuando “Lucho” quisiera colgar los botines. El final del salteño como blaugrana no fue nada justo. Y bastante incomprensible.
Lionel Messi: "Hoy entré al vestuario y me cayó la ficha de verdad. Qué difícil va a ser no seguir compartiendo el día a día con vos, tanto en las canchas como afuera. Te merecías que te despidan como lo que sos: uno de los jugadores más importantes de la historia del club. Y no que te echen como lo hicieron. Hasta pronto amigo. Te quiero mucho".
En los primeros días de agosto los diarios catalanes, por ejemplo, comparaban el nivel de Suárez con el de Lautaro Martínez, por aquellos tiempos el delantero más codiciado por el Barcelona para ir pensando en el recambio. Mundo Deportivo dejaba en claro que ni el avance biológico del uruguayo generaba un punto a favor del argentino. “Los números de esta temporada son claros. Luis Suárez (33) ha jugado 34 partidos, ha firmado 19 goles y ha repartido 12 asistencias. Lautaro Martínez (22) acumula 45 apariciones (11 más que el uruguayo), los mismos 19 tantos y la mitad (6) de asistencias. Está claro, mejores notas para el ‘9’ del Barça que para el ‘9’ del Inter”.
En un abrir y cerrar de ojos, nada más que nueve días después, el tsunami alemán hizo que al “Pistolero” le sacaran la estrella de Sheriff del Camp Nou y publicaran su foto como si fuese el “más buscado” para expulsar de Cataluña.
No quedan dudas. La noche más bochornosa de la historia del Barcelona precipitó el final. Por los titulares de los diarios los dirigentes le comenzaron a mandar mensajes muy directos, haciendo creer que Suárez y no la incapaz planificación deportiva o la derrota sufrida en la lucha por atrapar nuevamente a Neymar fue lo que ocasionó el progresivo descalabro.
A Suárez le dispararon para poner el foco en los jugadores, para marcarle un nuevo territorio a Messi, a quien verdaderamente de forma honesta y directa no se animaron a plantarle bandera.
Lo más llamativo de todo este 2020 que le tocó vivir a Suárez es que el grosero alejamiento hasta fue descabellado para los intereses del Barcelona. Suárez se fue a un rival directo. Y ese adversario (Atlético de Madrid) hoy, con Luis como goleador, es candidato de hierro para ganar LaLiga. Ah, y se fue gratis.
Suárez, mientras tanto, se despidió a lo grande. Como lo marcó en su vínculo deportivo defendiendo la camiseta que siempre soñó lucir. “Me siento orgulloso de los seis años que viví en el Barça. Tengo que cambiar el chip y disfrutar de la nueva etapa”, dijo el día de su adiós oficial. Quizás el tiempo le permita mirar al Barcelona desde un lugar más alto.
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