Peñarol venció 2-1 a Nacional en el primer choque abierto al público y se consagró campeón del Apertura.
Esta podría ser una crónica más de un clásico más. De un título más. Podría ser una crónica que empiece contando que Peñarol fue campeón del Apertura de fútbol femenino, ganándole a Nacional por 2 a 1 en al Gran Parque Central y pasándolo en la tabla de posiciones en la última fecha.
Podría también, si quisiéramos, ser una crónica que vaya al detalle con las incidencias del partido, que cuente el gol de Lorena Graña de cabeza que abrió el marcador para las aurinegras, que explique cómo fue el penal que Juliana Castro remató para igualar el partido para las tricolores y que termine con el disparo de Stefany Suárez que selló el triunfo de las carboneras.
Pero
quedaría muy corta para ser la crónica de un partido histórico, de un
encuentro que puede marcar un antes y un después en la historia del
fútbol uruguayo y que se convierte en uno de los principales aportes
visibles para poner al fútbol femenino en el primer lugar de la agenda y empezar a cambiar la forma en que los uruguayos consumimos deporte.
Este
partido fue el segundo paso tangible (el primero fue la organización del
Mundial Sub 17 de 2018) que se da a nivel institucional para potenciar
al fútbol femenino en Uruguay.
Incluso
hay un avance silencioso en lo que ocurrió el sábado. Un avance que
lleva a las personas a ser conscientes poco a poco de la importancia que
merece tener el fútbol femenino. Parte de ese aporte silencioso es el
hecho de que, pese a que el equipo masculino de Peñarol jugó ante Progreso, pese a que esta tarde Nacional va a enfrentar a Danubio, la tapa de Ovación es sobre fútbol femenino.
El clásico fue histórico, pero no por el resultado, sino por su contenido simbólico. Porque las atajadas de la arquera Sofía Olivera fueron vistas por más de 1.000 hinchas de Peñarol que prefirieron ir al Gran Parque Central que al Parque Capurro. Porque el tiro libre de Valeria Colman que pegó en el travesaño hizo que más de 2.000 tricolores que agotaron las entradas habilitadas para la Abdón Porte se agarraran la cabeza y ahogaran un grito de gol. Porque en la marca de Daiana Farías levantaba los aplausos del Grupo Carboneras, que llevaron el único trapo que se pudo ver en la Tribuna Scarone.
Porque el gol de la capitana Juliana Castro fue un desahogo para su hermano, el “Chory”,
que estaba viendo el partido en la tribuna apartado del resto de sus
compañeros para concentrarse en el juego de su hermana, así como tantas
veces ocurrió al revés. Porque la aurinegra Lourdes Viana levantaba ovaciones cada vez que trasladaba la pelota en el campo contrario, como buen 10, como buena 10.
“Fue un
partido muy duro y solo nos servía ganar. Por suerte se dio así.
Sabíamos que se iba a definir por mínimos detalles y creo que fue un
partido así”, dijo Viana, la capitana aurinegra que recibió el trofeo
del Apertura.
Esas declaraciones podrían verse repetitivas en otro caso, pero en este contexto suenan frescas.
En la tribuna Delgado había dirigentes de Nacional, de Peñarol y de la AUF. Había jugadores. Había políticos. Pero ninguno de ellos fue protagonista esta vez.
Esta
vez las protagonistas fueron ellas y el espectáculo en las tribunas
populares. Dejaron la certeza de lo que pueden dar y sembraron una
pregunta: ¿hasta dónde podrían llegar si el torneo fuera profesional?
Denuncias por disturbios.
Cuando el clásico recién comenzaba, un grupo de hinchas de Peñarol comenzó a atacar a aficionados de Nacional que estaban haciendo fila para acceder a la tribuna Abdón Porte.
Les tiraron piedras, fuegos de artificios y bombas de estruendo. Luego
del encuentro se pudo confirmar que los incidentes derivaron en cinco
personas detenidas por la Policía.
En su cuenta de Twitter, Nacional informó
que “presentará todos los elementos gráficos y testimoniales para
denunciar los hechos”, además de una denuncia contra un reportero
gráfico identificado con Peñarol “por actitudes y actos de provocación durante el desarrollo del partido”.
Peñarol condenó los hechos, también a través de Twitter.
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