La tecnología y relatos radiales llevaron a reconstruir el último partido del Mundial de 1950, donde Uruguay no sufrió tras el segundo gol.
Mitos y verdades han rodeado durante 70 años a uno de los partidos más memorables de la historia de los mundiales de fútbol, el mítico "Maracanazo", en el que la selección de Uruguay derrotó a la poderosa Brasil en su casa 2-1 y que un algoritmo uruguayo revela ahora.
El partido fue “un infierno” para Uruguay y Brasil fue un equipo “muy superior”. Estos son algunos de los mitos que se han levantado tras este encuentro, que gracias a la tecnología informática y un relato radial de la época se han logrado descifrar para una aproximación casi real a los acontecimientos.
Se trata de un algoritmo informático que, partiendo del relato de ese partido y su transcripción a texto, lo procesa y encuentra “todos los instantes donde los jugadores tienen protagonismo” y reconoce a cada jugador por separado y, a partir de eso, se modela lo que se llama “una máquina de estados temporizada”.
LAS ESTADÍSTICAS DEL PARTIDO
Así lo explica a Efe el ingeniero informático y creador de este sistema, Pablo Sartor, quien destaca que a partir de su aplicación pueden extraerse estadísticas como porcentaje de posesión de pelota de los equipos, porcentaje de actividad o intensidad de trabajo que tuvo cada jugador y la evolución de ese número a lo largo del partido.
De acuerdo a los resultados obtenidos, afirmó que se encontraron con “algunas afirmaciones clásicas” sobre ese partido que tienen asidero y otras que no lo tienen.
“Yo crecí escuchando que ese partido había sido un infierno para Uruguay, que Brasil era un equipo muy superior y que, a base de garra y soportar el partido y aprovechar muy bien las chances que tuvo Uruguay, lo había ganado 2-1”, expresa.
Sin embargo, tras el análisis del partido lo que surge, en cuanto a la posesión de la pelota, se obtuvo que globalmente fue un 60 % - 40 %, lo que indica que Brasil tuvo “un poco más la pelota pero no exageradamente”.
Otro dato extraído del estudio fue que luego del primer gol brasileño la posesión cambió a un 57 % - 43 % y al cabo de 33 minutos, cuando Uruguay anotó dos goles se nota un cambio “muy fuerte” en las estadísticas en la posesión de Brasil que vuelve a ser mayor con el 64 % y 36 %, respectivamente.
“Se ha dicho tradicionalmente que el segundo tiempo con los goles se volvió más intenso y en realidad lo que observamos nosotros es que la dinámica del partido cayó en el segundo tiempo. Cae Brasil un 18 % y Uruguay un 11 %. Esto entendido como la cantidad de rotación de la pelota entre distintos jugadores. En el primer tiempo hay más juego asociado y toque”, explica.
BRASIL DOMINÓ... PERO MÁSPOLI SE ABURRIÓ
Para Sartor, quien también es profesor en la Escuela de Negocios de Montevideo, un dato curioso del segundo tiempo es que, a pesar del dominio brasileño en la posesión del balón, en los últimos 11 minutos del partido el arquero celeste Roque Máspoli tuvo en ese lapso menos trabajo que el que tuvo en la primera mitad.
“Lo que uno puede ver a través de este análisis es que este fue un partido entre dos estilos diferentes. Un equipo de mucha posesión de la pelota frente a otro más vertical y agresivo pero un partido parejo en el cual uno de los dos equipos tiene siete chances y otro seis (...). El resultado podría haber sido un empate o ganado Brasil por un gol. No tiene nada de increíble ni afortunado”, asevera.
Sartor insiste en que estos resultados “echan por tierra” una tradición de considerar ese partido, más allá del talento de los jugadores, “muy afortunado” para Uruguay o en el que los celestes obtuvieron un resultado “inmerecido” de acuerdo al trámite.
Además, defiende que el factor de diferencia que un humano generaría como datos de posesión de balón ronda entre un 5 y 10 % de diferencia con el algoritmo que es lo que surge del relato de radio.
A Sartor y su equipo les queda “la satisfacción” de aportar un “grano de arena” para que se entienda lo que “realmente sucedió” en esos 90 minutos, abstrayéndose tanto del contexto del entorno previo y de las casi 200.000 personas en las tribunas.
“Es hacer justicia también con esos futbolistas, en el sentido de que a nosotros nos gusta repetir que eso fue una hazaña, que ese día lograron algo imposible y si uno repite eso lo único que está diciendo es que esos jugadores no estaban a la altura del rival y ese día con esfuerzo, garra y fortuna lograron algo impensado que estaba fuera del cálculo”, concluye.
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